29 de abril de 2001.
Hoy hace ocho años que dije BASTA.
Fin a los gritos, a los insultos, a las mentiras.
BASTA de consumir mi vida a su lado, mis días, mis noches, eran míos y mías, y no permití que me robara ni un segundo más.
¿Dónde van los sueños que se rompen? No van a ningún lado. No flotan, sólo estallan.
Estallan en tu cara y te revientan el alma.
Los sueños que existen únicamente en el corazón de una, cuando se rompen, no van a ningún lado.
Cuando le dije vete, despedí con él mi alma. Mis sueños. Mi vida.
Toda.
Al completo.
Se llevaba todo lo que había amado, todo estaba presente en su persona, en aquel hombre al que ya no amaba, al que ya no podía amar porque no reconocía. Al que dudaba haber conocido nunca.
A veces, como hoy, aún me duele su indiferencia, el desprecio hacia mi hija que también es la suya, y el vacío que nos dejó su falta de respeto hacia el amor que le tuvimos.
Pero ya no hay gritos, ni mentiras, ni insultos.
Ya no hay golpes en el alma.
Yo dije BASTA, y comencé de nuevo, y aquí estoy hoy, ocho años después, en esta otra casa, con mi nueva vida, con un hombre que nos quiere y con nuestro pequeño, con nuestro amor y nuestra rutina, con nuestra crisis económica y nuestros problemas mortales, pero sin mentiras, sin gritos y sin insultos.
Sólo dije BASTA.
Ojala hubiera sido antes.