Que no, que en esta España nuestra ya no se insulta como antes. Antes era como un desahogo, una especie de acto de violencia verbal; uno decía y se dejaba hasta las tripas en un latigazo, y babeaba toda la mala leche acumulada durante siglos de opresión orgullo y barbarie. Se insultaba de modo solemne, a conciencia
Nuestros insultos nada tenían que ver con lo que corre por esa Europa de ahí arriba, los franceses sin ir mas lejos y por proximidad, te llaman cretin si les jodes el fuagrás por encima de los pantalones y los pones hechos un santo cristo, ostia, llámame cabronazo que no es para menos y dejate de leches. Los italianos, por aquello de que compartimos Mediterráneo, que pillan a la señora de Giorgio Passani (p.j) el mismo por supuesto, en la cama con el vecino del segundo que es más bajito, pero tiene góndola, y se altera, y en pleno arranque de furia la llama puttana, que vamos a ver, eso ni suena a insulto ni suena a nada, suena a italiano descolocado.
Español tenías que haber sido hombre de Dios, para poder elegir a tu antojo entre llamarla pendón, mala zorra, chocholoco o cacho peazo puta, y que ella te respondiera del mismo modo con un largo arsenal de los so mariconazos, en todas sus variaciones.
Pero no.
Ya no.
A lo que voy es a que antes llamar a alguien imbécil, era afrontar todas las consecuencias de este acto, pero claro, antes era un imbécil para acabar en la comisaría mas próxima, para rasgarse la camisa, y no lo que te encuentras ahora, que te cruzas con el Pepin por la calle y te dice ¿qué pasa joputa? Y se queda tan pancho, y lo que es peor, que el otro va y le contesta hola, gilipollin. Así todo descafeinado y sin sustancia.
Ahora el taxista te pita en el semáforo y menta a tu madre, el peatón cruza por donde no debe y se acuerda de tus muertos, la lechera ¿quedan lecheras? Te llama maricón para darte los buenos días, y hecho el uso y el abuso, uno ya ni se inmuta, que parece que hablan de las madres, muertos y miembros de otro, una pena.
Ahora para ofender hay que poner trascendencia en el tono, utilizar la preposición de, porque no es lo mismo decirle a uno hijoputa, así de corrido, que decirle: hijo DE puta, o mejor aun: hijo DE
Que no, que pena me da que el uso y abuso de la temática constructiva haya acabado siendo el vocabulario de los parvularios a día de hoy, que tengamos que utilizar el insulto de modo inapropiado recordando a los familiares del interfecto y matizando sobre todo que lo que se pretende en ese momento, es ofender y no saludar.
Para insultar hemos perdido la originalidad, la imaginación y la memoria, vivimos tiempos de anestesia y vulgaridad, aquí ya no se insulta como antes cuando Dios mandaba, que un tonto castizo y seco, dicho en su momento apropiado te dejaba los gayumbos a la altura del tobillo.
2 Dímelo aquí.:
Toda la razón, sí señor!
si es que hay que ser consecuente, co;o.
esas cosas.
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